¡Papá, no dejaré de llamarte!
No me cansaré de gritar, ¡Liberad a mi padre! ¡Liberad a mi padre!
Mi padre, a quien amo, me trajo al mundo y me llamó “Thawra” (Revolución), para que esa palabra fuese la primera que yo oyese y a la que respondiese. Él quiso que yo fuese la semilla de una revolución que crece, que resiste, que permanece. Pero mi nombre no significa nada sin mi pueblo, porque mi pueblo es la revolución y la revolución, a mis ojos, es mi pueblo. Una está ligada al otro para dar amor, compasión, seguridad y paz porque, en este caso, la revolución no es sólo sangre y fuego, la revolución aquí es también la vida.
Papa, tú eres un símbolo para mí. Una fuente que me proporciona el sentimiento de pertenecer a mi pueblo. Me haces estar orgullosa de ambos, de mi pueblo y de ti. Por ello, yo les pido, ahora, mañana y siempre, a todos los hombres libres de este mundo, que se alcen para rescatar a este pueblo, noble como tú. A personas con nombres parecidos, gente revolucionaria, como lo eres tú, militantes que han preferido luchar por principios y asumir riesgos. Ellos dejaron su comodidad personal, su felicidad personal, para dedicar su bien más preciado a la causa del pueblo saharaui, para dar fe de la lucha de este pueblo entre todas las revoluciones del resto de naciones.
Las revoluciones nunca mueren porque las hacen los pueblos y los pueblos jamás olvidan. Las memorias colectivas de los pueblos mantienen vivas las historias y leyendas de sus hijos para inmortalizar sus nombres. Recordad las caravanas de seguidores que siguieron los pasos del Mártir El Wali Mustapha Sayed, y los que aún los siguen, y mañana habrá más aún. Por eso, padre mío, ¡no sientas temor! No dudes porque, desde que tú tomaste la decisión de luchar, ¡yo te miré y vi en ti un luchador tan valiente, fuerte y con coraje! Fuiste grande a mis ojos, un incansable luchador de la libertad que nunca desespera. Y, lo más importante, Papá, nunca te rindas a pesar de la debilidad y la enfermedad, a pesar de la muerte misma. Si la muerte ha de venir, Papá, ¡muere de pie! Porque tú has nacido para morir de pie. Tú me diste el nombre de la Revolución y su camino, así que, ten por seguro, Papá, que el sadismo y la arrogancia de los torturadores sólo ha conseguido que esté aún más decidida a continuar el camino que has elegido para mí, aunque me hayan privado de forma abusiva de crecer con mis compañeros saharauis y me hayan privado de mis abuelos y de mi patria. A pesar de todo esto, acepto y recibo absolutamente mi destino y el de mi pueblo.
¡Te quiero, Papá! De forma diferente a cómo otros niños aman a sus padres, porque yo sólo puedo vivir a través tuyo. Cuando escuché la noticia de tu detención junto con tus compañeros y tu presentación ante la justicia militar, me entró el pánico y tuve miedo, hasta el punto que me escondí en la esquina a llorar para aliviar mi corazón, a llorar mi soledad y mi nostalgia. Los dos estamos privados de nuestra patria, Papá, Yo vivo en el extranjero, como una extraña, y tú en la prisión del ocupante. Tus opiniones y tus ideas las tratan como extrañas, pero nunca te has rendido y has superado tus dudas, eligiendo el camino de una huelga de hambre indefinida, mientras yo estoy a punto de sucumbir a la desesperación.
Padre, yo sigo firme, mi amor a la vida me lleva hasta ti, y echarte de menos a cada momento me acerca más a ti. Y te puedo decir que es tan triste cuando los sentimientos de los adultos invaden mi juventud, cuando nosotros, los niños, nos comenzamos a preocupar por ti. ¿Qué si estoy preocupada por ti, padre mío? Si no lo estoy ahora, que estás en huelga de hambre, ¿cuándo lo voy a estar? Tú y tus camaradas estáis a punto de cumplir un mes de lucha hasta los límites de la muerte, en la batalla continua de la huelga de hambre.
Sí, lo confieso, tengo miedo. Estor terriblemente asustada y temo la tragedia y las malas noticias. ¡Y lloro por ello, Papá! ¡Y lloraré para que todo el mundo vea mis lágrimas y te prometo que no pararé de llorar hasta verte libre a ti y a tus compañeros! Hasta que tú y tus compañeros nos devolváis nuestra sonrisa. Danos nuestra sonrisa, que se convirtió en una esperanza y una aspiración que hemos perdido miles de veces en cada momento, en cada día de tu huelga de hambre
No me cansaré, Papá, de llorar en alto “Liberad a mi padre, liberad a todos los compañeros de mi padre,… y marchaos para no volver nunca. ¡Oh, vosotros, que habéis hecho nuestros días tan tristes y oscuros! ¡Oh, vosotros, que nos habéis convertido en huérfanos, nos habéis separado, alejado y apresado! ¿No estáis ya satisfechos con todos los crímenes que habéis cometido? Dejadnos en paz y no volváis nunca, para que podamos recuperar nuestra sonrisa, para que mi Papá pueda volver conmigo, para que las víctimas de las desapariciones forzadas, los presos y los refugiados puedan regresar.”
*Fuente: Plataforma Universitaria de Apoyo al Sáhara (PUAS)
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